Mindfulness en la vida cotidiana

Mindfulness es la nueva palabra de moda utilizada para designar ciertas técnicas que llevan cientos de años empleándose ya en la meditación tradicional con el fin de concentrar la mente.

Desde el punto de vista de la filosofía yóguica, la naturaleza de la mente es móvil. Esto se refiere a que continuamente el fenómeno mental tiende al movimiento, dificultándose por ende la quietud. Esto de bien seguro nos será muy familiar, pues ¿a quién no le ha costado alguna vez (o muchas) parar el ritmo frenético de pensamientos? Lo cierto es que ya estemos más o menos tranquilos, aunque va oscilando, el flujo mental suele estar en continua fábrica.

¿Practicar mindfulness implica dejar la mente en blanco o parar los pensamientos?

Primero que nada debemos saber que lo que el mindfulness pretende es crear el vacío suficiente para que puedas observar lo que ocurre a tu alrededor y dentro de ti. Vivimos en una sociedad frenética y muy llena (hiperestimulación de imágenes, sonidos, sabores…), y tan solo poder parar, rebajando un poco los estímulos, ya supone un desafío que cuerpo y mente agradecen. Este ejercicio mantenido en el tiempo de tomar consciencia plena, de tan solo observar, creando un puente consciente entre el observador (tú) y lo observado (tu cuerpo o la respiración, por ejemplo), es el primer paso importante del camino mindfulness, pues en ningún caso es una meta, sino un proceso.

Gracias a ese puente creado, lo natural es que el flujo de pensamientos disminuya, pues ya no les damos bola interesados en lo que nos cuentan, tan solo los observamos. A raíz de aquí, a su vez, puede que empecemos a darnos cuenta de un mayor espacio entre pensamiento y pensamiento, y gracias a ese espacio, de un mayor silencio en nuestra mente. Prosperar en ese silencio es lo que persigue todo iniciado en el mindfulness o la meditación, pues el silencio es solo la puerta al reflejo infinito de lo que es y somos. He aquí que quizá esto haya favorecido el famoso tópico de decir que “meditar es dejar la mente en blanco”.

¿Para practicar mindfulness es imprescindible sentarse y permanecer estático?

Rotundamente no. Aunque en Occidente nos hayan llegado en un formato de técnicas para paliar el estrés y la ansiedad, lo cierto es que tanto el mindfulness como la meditación, en la que se inspira, son un estado. Técnicas como la típica postura de loto o semiloto nos ayudan a llegar a él, pero no son imprescindibles. De hecho, como siempre les digo a mis alumnos, si uno quiere practicar mindfulness puede hacerlo en cada acción cotidiana que lleve a cabo durante el día: ducharse, regar las plantas, andar hacia la parada de autobús…

¿Cómo practicar mindfulness en la vida cotidiana?

La metodología para empezar sería la siguiente: habita cada acción con todos tus sentidos, o lo que sería lo mismo, estate absolutamente presente en lo que hagas. Así de sencillo, sí, y de difícil a la vez, pues nadie nos enseña a mantener ese estado que ya está en nosotros cuando eramos pequeños. Es más, la dinámica de la sociedad misma nos lo pone muy difícil para que así sea, pues seguramente también a la gran indústria le interesamos más dormidos que despiertos.

Si quieres que la práctica de la atención plena progrese en tu vida hasta que de unos frutos que puedan transformar “para bien” tu actitud delante de la vida, no voy a engañarte: debes de ser constante.

Se trata de un entrenamiento sobre la atención tan importante para conseguir cambios reales como lo es el entrenamiento físico sobre el cuerpo. Sin embargo, ¿verdad que solo con practicar un poquito de actividad física ya te notas los beneficios? Pues lo mismo ocurre aquí. El contacto con la meditación, aunque sea pequeño y corto, propicia la ampliación de consciencia. Y aunque esto, a veces, no nos resulte del todo agradable (tampoco lo es sentir las agujetas después de un día de ejercicio sin estar acostumbrados), lo cierto es que practicarlo de seguido nos lleva a encontrarle un sentido más lúcido y profundo a la existencia.