Cuando hablamos de salud integral, nos referimos fundamentalmente a la salud en todas sus dimensiones: corporal, emocional, mental y espiritual. Veamos cómo cuidar y fomentar cada una de ellas.
La del CUERPO FÍSICO, con su anatomía y fisiología funcionando en homeostasis, requiere nutrición alimentaria, higiene, actividad y descanso. Aquí resuenan los posibles desajustes de los otros planos.
La del CUERPO ASTRAL-EMOCIONAL, fluyendo en libertad y de manera autónoma. Requiere ser escuchada y atendida. Brinda energía al cuerpo físico e incide directamente en él.
La del CUERPO MENTAL, con dos niveles: El ordinario que se ejercita a través del pensamiento crítico, el estudio y la reflexión. ¡Ojo! No con las ralladas, que solo la desgastan y confunden. Y el superior, que se potencia a través de momentos de atención y concentración (contemplación), desarrollando el discernimiento y la intuición. Incide directamente en el cuerpo emocional y físico.
La del CUERPO ESPIRITUAL, que las contiene e impregna a todas. Les da vida, energía, sentido y propósito.
Esta compartimentación es necesaria para que nuestra mente lo entienda, pero claro está, las dimensiones no están separadas, sino que interactúan y se interrelacionan entre ellas.
Por ello, a la hora de acompañaros en consulta para mí es muy importante recordar continuamente eso.
Somos seres complejos y holísticos. Debemos entendernos como un todo.
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